lunes, 21 de marzo de 2011

Sylvia Plath

(1932-1963) Poetisa y novelista estadounidense. Empezó a escribir poesía de niña, estudió en la Universidad de Smith y, gracias a una beca Fulbright, en la Cambridge. Su primer libro, El coloso (1960), puso en evidencia la meticulosidad de su oficio y un estilo muy personal. Ariel (1965) está considerado como su mejor libro de poemas que, al igual que su poesía posterior publicada después de su suicidio, refleja un ensimismamiento y una obsesión por la muerte crecientes. Poemas completos, que ganó el Premio Pulitzer

en 1982, fue editado por su marido, el poeta británico Ted Hughes, en 1981. La campana de cristal (1963), novela que publicó con el seudónimo de Victoria Lewis, es el relato autobiográfico del colapso nervioso de una joven. Su correspondencia, Cartas a casa, 1950-1963, preparada por su madre y publicada en 1975, ayuda a comprender sus fuentes de inspiración y su desesperación. Otras obras, publicadas póstumamente, son Cruzando el agua (1971) y Arboles de invierno (1972), ambos libros de poesía, y Johnny Panic y la Biblia de sueños, libro de cuentos. En 1982 se publicaron sus Diarios.

Espejo

Soy plateado y exacto. No tengo preconceptos.

Cuanto veo, lo trago inmediatamente

Tal cual es, sin empañar por amor o desagrado

No soy cruel, sólo veraz:

Ojo de un pequeño dios, cuadrangular.

Casi todo el tiempo medito en la pared de enfrente.

Es rosada, con lunares. La he mirado tanto tiempo

Que creo que es parte de mi corazón. Pero fluctúa.

Las caras y la oscuridad nos separan una y otra vez.


Ahora soy un lago. una mujer se inclina sobre mi,

buscando en mi extensiójn lo que ella es en realidad.

Luego se vuelve hacia esas mentirosas, las bujías o la luna,

veo su espalda y la reflejo fielmente.

Me recompensa con lágrimas y agitando las manos.

Soy importante para ella. Que viene y se va.

Todas las mañanas su cara reemplaza la oscuridad.

En mi ella ahogó a una muchachita y en mi una vijea.

Se alza hacia ella día tras día, como un pez feroz

Límite

(Escrito la víspera de su suicidio)

La mujer alcanzó la perfección.

Su cuerpo


muerto muestra la sonrisa de realización,

la apariencia de una necesidad griega


fluye por los pergaminos de su toga,

sus pies


desnudos parecen decir,

hasta aquí hemos llegado, se acabó.


Los niños muertos, ovillados, blancas serpientes,

uno a cada pequeña jarra


de leche ahora vacía.

Ella los ha plegado


de nuevo hacia su cuerpo;

así los pétalos de una rosa cerrada,


cuando el jardín se envara

y los olores sangran de las dulces gargantas


profundas de la flor de la noche.

La luna no tiene por qué entristecerse,


mirando con fijeza desde su capucha de hueso.


Está acostumbrada a este tipo de cosas.

Sus negros crepitan y se arrastran.



PALABRAS


Hachas después de cuyos golpes
los sonidos del bosque

Y los ecos!

Ecos viajando

Lejos del centro como caballos.


La savia

Derramándose como lágrimas, como el

Agua al esforzarse

Por re establecer su espejo

Sobre la roca.


La que chorrea y cambia

Su calavera blanca,

Comida por las verdes cizañas.

Años después

Las encontré en el camino.

Palabras secas y sin jinetes

De infatigables y ligeros-cascos


Cuando Desde el fondo del estanque,

las fijas estrellas Gobiernan una vida.

Cementerio en noviembre

La obstinada escena persiste: los árboles avarientos atesoran

las hojas del año que se va, reacios a llorar su muerte, a vestir el sayal

o a transformarse en dríades elegíacas, mientras la austera hierba

guarda para sí la dura esmeralda de su esencia,

por mucho que la pomposa mente desprecie


tal pobreza. Los gritos de los muertos.

No florecen nomeolvides entre las losas

que pavimentan este camposanto. Aquí es la honesta podredumbre

la que descose el corazón, monda el hueso hasta liberarlo

de la vena ficticia. Cuando un escueto esqueleto

viene a sumarse a lo real, todas las lenguas de los santos se deshacen

en silencio: las moscas no ven resucitar a nadie bajo el sol.


Observa, pues, observa bien este paisaje esencial

hasta que tus ojos urdan una visión deslumbrante en el viento:

sea cual sea la pérdida que destellan los condenados

espectros, aullando en sus sudarios por el páramo,

ensalza la jauría de la mente famélica

que puebla el cuarto desnudo, el aire vacío, desocupado

La voz de Sylvia Plath, recitando November Graveyard.

The Edge

By Sylvia Plath

The woman is perfected.
Her dead

Body wears the smile of accomplishment,
The illusion of a Greek necessity

Flows in the scrolls of her toga,
Her bare

Feet seem to be saying:
We have come so far, it is over.

Each dead child coiled, a white serpent,
One at each little

Pitcher of milk, now empty.
She has folded

Them back into her body as petals
Of a rose close when the garden

Stiffens and odors bleed
From the sweet, deep throats of the night flower.

The moon has nothing to be sad about,
Staring from her hood of bone.

She is used to this sort of thing.
Her blacks crackle and drag.

domingo, 20 de marzo de 2011

Sylvia Plath, Ted Hughes y Assia Wevill: Amores Trágicos

El iniverno de 1963 fue el peor en Ingalterra. El país estaba paralizado, el agua se congelaba enlas cañerías, y había cortes de energía y escasez de carbón. La desolación de ese inviernodejó muchas imágenes pero ninguna ha logrado resumirla más cabalmente que la madrugada del 11 de febrero, cuando Sylvia Plath entro en el cuarto de sus hijos, les dejó dos jarros de leche y dos panes con mantequilla, se encerró luego en la cocina, selló la puerta y ventana con toallas mojadas, abrió la llave de gas y puso la cabeza dentro del horno. La escena es tóxicamente célebre: los hijos de Plath tenían 1 y 2 años; ella acababa de cumplir 30 y estaba escribiendo como nunca antes en su vida; a las nueve de la mañana debía llegar al departamenteo una niñera recomendada por el psiquiatra de Plath (que había intentado convencerla para que se internara o, al menos, se dejara ayudar); los bomberos debieron echar abajo la puerta para salvar a los niños; el padre de las criaturas, el también poeta Ted Hughes, no aparecía por ningún lado.La escena pedía a gritos un culpable y Hughes daba el papel a la perfección: todo Londres sabía que la separación de la pareja se debía al borrascoso romance de Hughes con otra poeta, Assia Wevill.
El matrimonio de Hughes y Plath parecía bendecido por las musas: él era la gran promesa de la poesía inglesa, ella su equivalente norteamericano. Él venía de clase baja rural de Yorkshire, ella de la intelecutalidad judía de Boston. Él hablaba de las fuerzas oscuras de la naturaleza; ella de los campos de concentración de la mente.
Dos horas después de conocerse en Cambridge, ya habían tenido sexo y se habían dedicado un poema uno al otro. Bajo el influjo de esa fiebre se casaron. Pero, como dijo el gran Seamus Heaney, cuando dos poetas tan originales se unen, cada líena que escribe uno le da al otro la sensación de que le fue extraída de su cráneo. A cierto grado de intensidad creativa, que la musa le sea infiel a uno con su pareja debe de ser más insoportable que verla enredada con un ejército de amantes.
Plath logró encontrar su verdadera voz al separarse de Hughes, como quedó en evidencia cuando sus poemas finales se publicaron después de su muerte. Hughes fue el responsable de la edición. Lo acusaron de dejar afuera los poemas que más duros eran con él, aunque los que había dejado eran igualmente duros, y eran mejores poemas. Plath no era una novata en la ceremonia del suicidio. De hecho, creía que la seriedad de sus intentos (uno en EEUU, dos en Ingalterra) la autorizaban a hablar como lo hace en su célebre poema "Lady Lazarus" ("Morir es un arte/yo lo hago excepcionalmente bien/se diría que tengo el don").
Rober Lowell, que prologó aquel libro póstumo y que también habría de suicidarse, dijo que esos poemas "juegan a la ruleta rusa con seis balas en el cargador". Pero entonces Assia Wevill hizo ella también La Gran Plath (hornllas, gas, todo) con el adicional de que se llevó al otro mundo a la hijita de dos años que había tenido con Hughes, y el veredicto quedó sellado para siempre.
Hughes se fue a vivir al campo con los dos hijos que le dió Plath. Dijo que su vida estaba terminada, que sólo sobrevivía póstumamemte (volvió a casarse es cierto, pero con una enfermera, signifique lo que signifique). En sus escasas apariciones públicas le gritaban asesino. Una feminista le dedicó una famosa diatriba "Yo te acuso, Ted Hughes...". La tumba de Plath era sistemáticamente vandalizada para borrarle el Hughes del "Sylvia Plath-Hughes" de la lápida.
Así fueron pasando los años has que, en 1998, poco antes de sumbuir al cáncer Hughes dejó listo un libro titulado Cartas de cumpleaños. Como el Ariel de Plath, también se publicó póstumo. Es el mejor libro de Hughes. Consiste enteramente en poemas dirigidos a Plath. Desde mediados de los 60´s, Hughes había empezado a escribirle cartas a su mujer muerta el día del cumpleaños. Eran poemas que bajaban solos, que no podía ni corregir y que le parecían tan privados que dejó que se fueran acumulando en el fondo de un cajón.
Después de décadas de obstinado silencio, aquel puñado de poemas ofrecía todo lo que Hughes tenía para revelar sobre Plath y él y Assia Wevil. (¿cuánto de tu muerte se debió a mis insanas decisiones?/¿y cuánto de la muerte de ella a mis insanas indecisiones?)
Los plathianos acusaron al finado de "falsear la verdad de los hechos desde la tumba". Hughes sólo se abstenía de hablar de aquella madrugada fatal de febrero de 1963. Recientemente se supo, y armó flor de revuelo, que dejó fuera de la versión final de Cartas de Cumpleaños un poema que iba a titular "Última Carta" , que comienza diciendo "Qué pasó aquella noche, tú última noche" y terminaba cuando una voz en el teléfono deposita en el oído de Hughes esas cuatro palabras como cuchillos "su esposa está muerta". En el poema, Plath quema en presencia de Hughes una nota suicida que le había enviado por correo dos días antes de materse (el correo inglés era tan eficaz que no le dio tiempo de cumplir su cometido: Hughes irrumpió antes en su departamento). En el poema Hughes pasa la noche en el piso de una mujer (que no era Assia Wevill, como siempre se supuso), mientras Plath baja una y otra vez al teléfono público de la esquina (en su departamente no tenía) intentando infructuosamente localizarlo. En el poema, Hughes entra ya de mañana en su casa de soltero, se acomoda frente a sus papeles, cuando el teléfono "despertó electrizado y una voz como un arma elegida especialmente soltó en mi oído esas cuatro heladas palabras: Su esposa está muerta". En el poema, como en el resto del libro, Hughes se dirige evidentemente a Plath, como un hombre que está por morir le habla a su esposa muerta.
Uno de los hijos de Plath y Hughes, Nicholas, se ahorcó en su casa de Alaska hace un año. Vivía solo, aislado del mundo. La hija, Frieda, sigue viva. Cuando se estrenó una infame biopic con Gwyneth Paltrow haciendo de Plath, publicó un breve poema que dice:
Ahora hay una película
para aquellos incapaces de imaginar solos
su cadáver, su cabeza en el horno
Y dicen que yo les debo sus últimas palabras
Por que algo hay que poner en boca
de ese monstruo que han creado.
Ya saben quién: Sylvia, la Muñeca Suicida.
Juan Forn. Tomado de "Ojo", San José, C.R., 18/02/2011-18/03/2011, p. 23.

jueves, 17 de marzo de 2011

The House of the Rising Sun

The House of the Rising Sun (La casa del Sol naciente) es una de esas canciones que tienen muchas versiones. También llamada Rising Sun Blues, trata de la vida de una persona muy desafortunada y que vive en la ciudad de Nueva Orleans, Luisiana. El autor de esta canción no se puede precisar, y la misma puede ser interpretada desde una perspectiva masculina o femenina. The Animals, con la voz de Eric Burdon, logró ubicar en el número uno de las listas estadounidenses y británicas su versión de esta canción en el año de 1964. Una versión anterior en la voz de la estadounidense Joan Baez también sobresalió considerablemente durante los años de 1959 y 1960. La lista de las 500 mejores canciones de la Billboard la ubica en el puesto 122.

De acuerdo a wikipedia, la versión más antigua que se conoce data de 1934, "fue hecha por Clarence Ashley y Gwen Foster en 1934. Ashley había aprendido la canción de su abuelo. Varios lugares en Nueva Orleans, Louisiana han sido propuestos como inspiradores de la canción, pero sólo dos parecen contar con bases históricas relacionadas al nombre "Rising Sun"; ambas figuran en antiguos directorios de la ciudad. El primero es un pequeño hotel ubicado en la Conti Street en el French Quarter en la década de 1820. El segundo es un lugar alquilado para bailes y eventos llamado "Rising Sun Hall" a finales del siglo XIX ubicado frente al río en el vecindario de Carrollton. A veces se utiliza, en la actualidad, la expresión "House Of The Rising Sun" como un eufemismo de prostíbulo, pero hasta la fecha, no se ha podido establecer la relación ni descubrir la casa que diera origen a la canción. Otros la vinculan a una casa de juego. No se han documentado vínculos con el juego o la prostitución en estos locales, ninguno de los cuales existe ya. Una guía de Nueva Orleans, sin embargo, asegura que la verdadera House of the Rising Sun estaba en la calle St. Louis St. 826-830 entre 1862 y 1874 y que fue conocida así por el nombre de la mujer que regentaba el local, una tal Marianne Le Soleil Levant, cuyo apellido francés traducido al inglés es "The Rising Sun" (el sol naciente, el amanecer). Otra teoría es la del folclorista americano Alan Lomax, autor del libro Our Singing Country (1941), quien planteó que la melodía era de origen inglés y que la letra fue escrita por dos americanos de Kentucky, Georgia Turner y Bert Martin."
Existen también bastantes covers en español entre los que sobresalen incluso uno de los costarricenses Manú. En general es una de las melodías que más versiones ha generado y se ha vuelto un ícono importante.


Eric Burdon and The Animals

Joan Baez

Pink Floyd

Bon Jovi

Santa Esmeralda

Sined O´Connor

Los Speakers

Los Iracundos

miércoles, 16 de marzo de 2011

Harold Robbins

Acabo de concluir la lectura de un libro de este autor de 25 best sellers, y a quien se le ubica en el ámbito de la literatura popular. El libro que he concluido se llama "Avenida del Parque 79", escrito en 1955,. En una primera aproximación me parece su estilo conjuga de forma muy particular las técnicas de la novela rosa con otros géneros un tanto más serios, como el realismo crítico y social, así como en este caso específico, la nota policiaca. En una historia de abuso sexual, amores desencantados, policías y mafiosos, con un final bastante original que hace mayor el mérito al sencillo genio de este escritor estadounidense, logra construir una historia bastante particular. Francis Kane o Harold Rubin, más conocido por su pseudónimo Harold Robbins nació el 21 de mayo de 1916 en Nueva York, y falleció el 14 de octubre de 1997 en la Riviera Francesa. Un hombre totalmente del siglo XX, pasó su infancia en un orfanato. Educado en el Instituto George Wahignton, ejerció muy diversos oficios al concluir ahí. Respecto a su origen como escritor en wikipedia aparece la siguiente anécdota: "Su primer libro, No amaras a un extraño (1948), estaba basado en su propia vida en el orfanato y en las calles de Nueva York y creó gran polémica y controversia por sus gráficas explicaciones sobre la sexualidad. Lo escribió para ganar una apuesta de 100 dólares con un directivo de Universal Pictures y demostrarle que era capaz de escribir un guión más interesante que lo que se hacía en ese momento en la meca del cine. Resultó ser un best-seller de gran tirada al que le siguieron más de 22, muchos de los cuales fueron llevados al cine con el correspondiente éxito taquillero." Traducido a 32 lenguas, vendió más de 750 millones de ejemplares de sus libros. Entre sus obras destaca la adaptación protagonizada por Elvis Presley en King Creole, según la crítica, la mejor película del Rey de Rock and Roll. La lectura de la obra de Robbins cautiva, aunque sus temas actualmente pueden parecer trillados, lo cierto del caso es que para el momento y el contexto en que los escribe resultan una novedad tanto por el lenguaje explícito como por el nivel de imaginería que despierta en el lector al ser pensadas para ser llevadas a la gran pantalla. Ese es, precisamente otro de sus aportes en cuánto guionista de obras significativas dentro del séptimo arte, aunque muchos las consideren relativamente poco trascendentales, lo cierto del caso es que Harold Robbins logró su propia estrella en el paseo de la fama de Hollywood.