Tras el gasto multimillonario de esta campaña electoral, nos enfrentamos a la recta final camino al domingo 7 de febrero, día de las elecciones. Las novedades no son pocas. La tendencia al aumento en la intención de voto que ha experimentado el Movimiento Libertario y su ubicación, de acuerdo a los sondeos de opinión pública, en el segundo lugar, relegando en el tercer puesto al Partido Acción Ciudadana, y una leve caída de parte de Laura Chinchilla. La campaña se ha centrado en el tema de la seguridad-inseguridad, haciendo ofertas (¿proposiciones?) que implican inversiones fuertísimas, como la de Chichilla que asegura incrementar en un 50% la inversión en seguridad. Sin embargo, el contenido económico de las mismas no se vislumbra en ningún sentido en lo que toca a la propuesta económica que ha estado centrada en la recolección de los impuestos. No hay, en el fondo una propuesta de desarrollo económico. Es como sí una propuesta de este tipo fuera un tema vedado para los costarricenses. ¿Será acaso que se considera este tema un tabú de campaña? ¿Será los temas económicos representan una incapacidad en el entendimiento de los costarricenses? Lo cierto del caso es que ninguno de los candidatos ha hablado públicamente del tema de la producción, la reactivación económica, o presentado iniciativas para estimular la inversión interna. Se ha acentuado el tema de la inversión externa, como si esto fuera la tabla de salvación; cuando en realidad representa el ancla que nos mantiene en el subdesarrollo, pues la mayoría de los beneficios que generan las empresas transnacionales asentadas en el país van a dar a cuentas internacionales, alimentando los grandes capitales, y dejando en el país una estela incierta de daños ambientales y sociales inmensos. ¿Se ha hablado acaso del desarrollo económico como instrumento para dar el salto hacia un desarrollo integral del país? ¿Se ha expuesto algún horizonte utópico, alguna meta a largo o mediano plazo? Promesas van y promesas vienen. Preocupante el ascenso del movimiento libertario, que no es ni más ni menos que una acentuación de las políticas implementadas por el régimen de los Arias, y que en el espectro político nos hacen preferir el continuismo con Laura Chinchilla. Procupante la tardía reacción del centro izquierda con la alianza establecida en primer término por Walter Muñoz, Rolando Araya y Ottón Solís, en la que también podría participar Óscar López. Es un buen síntoma de integración, pero para estas elección demasiado tardío. Destacable en este sentido la figura Rolando Araya, que podría convertirse en el líder integracionista de una alianza a futuro en esta perspectiva, sin embargo el precio que tendría que pagar Araya en este sentido sería un poco su desdibujamiento de los puestos elegibles electoralmente hablando. En el fondo estos líderes están respondiendo a la preocupación de muchos costarricenses que ven con desánimo la desarticulación y fragmentación de las corrientes políticas más ocupadas de la cuestión social. Lo cierto del caso es que Otto Guevara no representa ningún cambio. Por el contrario, será una acentuación de la brecha social, pues escudado en un discurso populista con escaso contenido de fondo, exhuda su ambición de alcanzar la silla presidencial en un por qué sí en el que la ambición y la vanidad se convierten en sus alicientes. Los últimos comerciales televisivos de esta tendencia presentan a Guevara en mangas de camisa, arrolladas estas y con corbata floja, una imagen que nos recuerda la que imperó en la campaña anterior con don Óscar Arias. Es lamentable en verdad presenciar con impotencia como, a base de triquiñuelas y ofertas sin sentido ni contenido, el neoliberalismo sigue su escalada en nuestro país, sin que surja un verdadero liderazgo capaz de aglutinar y concentrar las fueras progresistas, que se haya a la deriva en este reino de las vanidades. Corrupción, engaño, malidicencia, falta de escrùpulos en el gasto electoral, son la tónica que se vive en nuestro país camino a las elecciones del 2010.
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