
"Nunca durante los meses que en Washington estuve agonizando, ni cuando me compraron el ataúd, ni cuando me dieron dos veces los santos óleos, ni cuando me deshauciaron una y otra vez, tuve la sensación de muerte terrible que sufro a veces yo sola frente a cosas que no son la muerte"
"...yo he sentido la muerte muchas veces (no en el hospital) tampoco en los peligros. La he sentido en mis angustias inexplicables, en la sensación de asfixia y desenfoque visual que a veces me domina, en el dolor de la soledad, en el espanto del silencio, en la obscuridad..."
Desfilan por las páginas de esta novela la crema y nata de la sociedad costarricense de la primera mitad del siglo veinte, intelectuales y políticos como García Monge, Manuel Mora, Monseñor Sanabria, Ricardo Moreno Cañas, Calderón Guardia, Los Tinoco, José Figueres, y el espíritu de ebullición rebelde que se derramaba sobre la juventud de entonces en una Costa Rica patrialcal hasta el tuétano, en todas sus instancias políticas, jurídicas y morales, y, de esta Costa Rica, precisamente, de este tiempo es hija Yolanda Oreamuno, que sin embargo, se mantiene fiel a sí misma a lo largo de su vida, con sus consistencias, contradicciones y la herencia inconsciente y casi arquetípica de la sociedad de aquellos días.
Quienes hemos conocido a cerca de la vida de Yolanda Oreamuno, sabemos a ciencia cierta su tránsito por ese su calvario muy personal, el cual nunca deja de sorporender, pues cómo la más bella y delicada hija de esta tierra ha debido atravesar tan áspero trecho hasta el fin de sus días. Hermosa como pocas, un ángel de luz (la Docta Simpatía) que no pudo ser decodificado por una sociedad que sigue siendo aldeana y conservadora. Para mi, no me cabe duda alguna, logra Ramírez una historia conmovedora, que nos traslada a la primera mitad del siglo veinte, a esa Costa Rica convulsa, progresista y con ínfulas de crecimiento y desarrollo, que a la postre se malogra deviniendo en la violenta, frívola, insensible, aparencial y excluyente que nos presenta el siglo XXI. Como el personaje en que es inspirada la novela me fascina desde hace más de dos décadas, no logro articular una buena crítica, tan sólo pienso que es un buen libro, un muy buen libro, aunque pareciera que prácticamente el autor haya transcrito tres entrevistas y hecho apenas, algunas correcciones. Leánlo por favor.El grupo de alumnas del Colegio de Señoritas que compartía un cúmulo de ideas de rebeldía, alentadas por madame De Mezzerville, no se manutvo igual cuando salimos de las aulas. Quinceañeras que a semejante edad veían con ardor el mundo, simpatizantes de los Rosacruces, del Partido Progresista del general Volio, del Partido Comunista, de las huelgas de los trabajadores bananeros, del movimiento antifacista, de la República Española, y, ya a aquella edad, rebeldes a las convenciones sociales que eran mantenidas como ley sagrada en sus hogares; pero todo visto desde el primsa del patio de recreos de un colegio respetable de señoritas hijas de familia, que se benefician de la instrucción pública gratuita. Luego fueron acomodándose a los frenos impuestos por su procedencia burguesa, a sus restricciones de clase, modos y costumbres a los que se moldaron. No romperían nunca su cordón umbilical, como lo hicieron Amanda y Edith riéndose con bonhomía de esas convenciones, zahiriendo a quienes las practicaban, y renunciando a ellas en sus propias vidas, hasta captarse el ostracismo y la vindicta. A las demás las ganó oel egoísmo propio de su clase, y las ganó el acomodo.
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