Aquella joven rebosa lozanía.
Bajo el árbol,
presuroso en sus manos
se desliza su bolígrafo
acariciando el papel.
Escribe una carta de amor.
Con ella llena de ternura
el aire bajo esa sombra
generosa desde la que
refulge la hoja de papel
con los colores del amor,
acogiendo sedienta
palabras escritas
con la savia viva
de la dicha incontenida.
Sedosas, seguras, sus
manos doblan el papel
con una sonrisa que brilla
tanto como sus ojos
y su piel, palpitantes
de esperanza y pasión.
Entre implacables mariposeos
desliza la hoja dobladita
en el interior de un celoso
mensajero engalanado para la ocasión,
cerrándolo con sus labios húmedos
y los suspiros de su alma
anegada de suave deseo,
la aprieta contra su pecho,
mientras se aclara el día gris.
¡Dichoso destinatario
del amor remitente!
2006
miércoles, 17 de junio de 2009
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