miércoles, 17 de junio de 2009

Julio Acuña Agüero

Julio Acuña Agüero nació en Costa Rica en el año 1973. Periodista, promotor cultural, poeta y viajero. Trabajó en el Centro de Cine y co-dirigió junto al poeta nicaragüense Alonso Mejía el diario La Nueva Prensa. Recibió los premios "Arturo Agüero", "Región Brunca" de la Universidad de Costa Rica y el premio de poesía de la Revista Nacional de Cultura. En el 2006 publicó el poemario Ontología menor con Ediciones Andrómeda. Su trabajo fue difundido en diversas publicaciones nacionales y extranjeras, y su poesía apareció en varias antologías. A su muerte, trágica y lamentablemente acaecida el 19 de junio del 2008, dejó a punto de publicación el poemario Museo de espejos.
No soy de los que endiosan a nadie. Ni lo haré con Julio. Ser humano por los cuatro costados. Eso fue. Un ser humano con todas las implicaciones que tal condición tiene. Una de las últimas veces que lo ví atravesaba las cercanías de la Iglesia de San Pedro, con Tania y su hijo Solaris. En medio de la crisis yo hacía de wachiman, es decir, cuidacarros. Siempre con ese atrevimiento de querer hablarle a uno lo más cerca que pudiera, al punto de acercar sus labios sobre los del interlocutor. Poeta, no podría poner en duda eso. Cineasta, no sé, pero sí enamorado de la imagen y del mensaje que podría eventualmente envolver y transmitir cualquier material audiovisual. Eso era un pendiente en él. Sin duda alguna ideas le sobraban.

Otra vez, hace algunos años, lo vi caminando cerca del parque España, posiblemente venía del Centro de Cine. Los saludos de rigor, un porro, sin saber cómo, nos encaminábamos juntos por el centro de San José trivializando, y en la Plaza de la Cultura estaba ella. Una amiga suya que generosamente me presentó. Sandra me dijo que se llamaba. Esa noche, en casa de Julio, allá en El Llano de Alajuelita, cerca de dónde murió asesinado en junio del 2008, hubo una fiesta sútil. Chicha, una frugal comida cocinada con leña, dos porros más entre cinco o seis personas. Jhonny, un amigo de éste, Tania, alguien que no recuerdo, Sandra y yo. Esa noche Sandra y yo hicimos el amor, en la sala de aquella casa mientras los demás dormían. Tras una larga sequía de besos y caricias de mi parte. Fue como un oasís aquella noche. De alguna manera, también le debo conocer a otra persona, a quien amé profundamente, y cuyo recuerdo de vez en cuando se desliza por mi piel como un aceite tibio, como un bálsamo vivificante. Él me la presentó también. Más que agraciada, era graciosa, y muy hermosa. Gracias Julio, por eso. Gracias por tu abrazo y por el estrechón de manos. Gracias por permitir las diferencias y los encuentros. Gracias por ser tan humano, y tan irremediablmente vos, para bien y para mal. Nos dejó un poemario: Ontología menor. Hasta hace poco se podía adquirir en la librería Clara Luna, de Pilar Rivas, sobre la Calle de la Amargura. Hay otro en prensa, he leído por ahí, muchos lo esperamos conocer pronto. en lo que a mi respecta, estoy seguro que en algún momento, surgirá otro de esos encuentros tan casuales.

DIVAGACIÓN
Ve la mirada
de las niñas
descubre tu última
vocación absoluta
no comprenderás
nada de los grandes
la psicología moderna
no te cubrirá-de nada sirve-
Súbete al árbol
ve con ellas
al naranjo en flor
la explosión
Reducirás tu edad
te abrazará su olor
ARRABAL
Llovió coléricamente
por el lado no cardinal
de la casa
Los tablones se mojaron
hasta potenciar un ensamble acuoso
con la tierra de los rincones tan humana
por sus restos.
¿Cuánto aprender del diluvio
y si nos será posible la espera ahogada?
Ya en otro cuento y su atavismo,
novísima esperanza dando tumbos.

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