sábado, 3 de septiembre de 2011

La Fugitiva de Sergio Ramírez

Asistí al Centro Cultural Mexicano, el día que se presentó el libro en San José, Costa Rica. Numeroso público colmó aquellas estancias, cierta incomodidad me hizo retirarme pronto. Hasta dos meses después fue que adquirir el libro en Libro de San Pedro de Montes de Oca y adquirir este libro, que no se crea, no es tan caro, sólo que para el modesto salario de vigilante, puede ser algo significativo. Sin duda alguna, Sergio Ramírez, abogado y oficioso escritor, presenta una novela cuyo mayor mérito es la temática seleccionada. Muchos años vivió Ramírez en Costa Rica, donde escuchó y conoció del personaje que inspiró este libro y el cual, he de confesar, terminé por devorar con ansía quijotesca. La exploración que hace Ramírez sobre la vida y obra de Yolanda Oreamuno, sobre cuya base perfila el escritor a su personaje central, Amanda Solano. Recrea Ramírez su investigación en la narración de tres informantes claves, mujeres todas, y en cuyos perfiles a los costarricenses no nos es difícil identificar de quienes se trata. La vida de Yolanda Oreamuno marcada por el sino de la rebeldía y la estigmatización, la exclusión y el olvido, la tristeza y la genialidad, resulta una veta inagotable para un escritor de tanto oficio como Ramírez. Así, la negación y la exclusión de la gran persona que fue Yolanda Oreamuno trasciende su muerte, una voz que se levanta desde lo más profundo de nuestra tierra señalándo a los costarricenses nuestra propia ignorancia, y todo el desprecio del que fue objeto en vida esta talentosa escritora de quien solamente se conservan algunos pocos relatos, otro tanto en artículos, y un sólo libro: La Ruta de su Evasión, suficiente para entender la capacidad creadora de esta autora, fallecida a los cuarenta años en México, donde fue enterrada en una fosa cuya única señal fue una placa numerada en una fosa cedida de caridad, debiendo esperar más de un lustro hasta que un grupo de sus compañeras del Colegio de Señoritas, incluyendo a la esposa del entonces presidente de la República, logran que se repatrien sus restos para darle sepultura en el Cementerio General de San José, lugar que escoge el autor para dar inicio a su novela, esbozando un personaje ya de por sí fascinante y sobre el cual el mismo autor asegura haber investigado a lo largo de más de tres décadas. Vierte Ramírez todo el dolor y las vivencias tan azarosas de una defensora de su libertad, de una mujer de vanguardia y el dolor de toda su soledad e incomprensión en un contexto que en muchos aspectos la atrapa a ella también. Nos lanza Ramírez en el rostro una vez más cómo los costarricenses adoramos ciertos personajes que sin dilación prontamente juzgamos y enviamos al patíbulo. La incapacidad de aceptar y vivir con la diferencia, con lo diferente y aceptar a su vez lo sobresaliente sin devaluarlo o descalificarlo. Del texto de Ramírez, sin duda alguna excelente, extraigo un par de citas sonsacadas de cartas escritas por el personaje, que sin duda alguna, revelan las aristas ásperas de los últimos años de su vida.



"Nunca durante los meses que en Washington estuve agonizando, ni cuando me compraron el ataúd, ni cuando me dieron dos veces los santos óleos, ni cuando me deshauciaron una y otra vez, tuve la sensación de muerte terrible que sufro a veces yo sola frente a cosas que no son la muerte"


"...yo he sentido la muerte muchas veces (no en el hospital) tampoco en los peligros. La he sentido en mis angustias inexplicables, en la sensación de asfixia y desenfoque visual que a veces me domina, en el dolor de la soledad, en el espanto del silencio, en la obscuridad..."


Desfilan por las páginas de esta novela la crema y nata de la sociedad costarricense de la primera mitad del siglo veinte, intelectuales y políticos como García Monge, Manuel Mora, Monseñor Sanabria, Ricardo Moreno Cañas, Calderón Guardia, Los Tinoco, José Figueres, y el espíritu de ebullición rebelde que se derramaba sobre la juventud de entonces en una Costa Rica patrialcal hasta el tuétano, en todas sus instancias políticas, jurídicas y morales, y, de esta Costa Rica, precisamente, de este tiempo es hija Yolanda Oreamuno, que sin embargo, se mantiene fiel a sí misma a lo largo de su vida, con sus consistencias, contradicciones y la herencia inconsciente y casi arquetípica de la sociedad de aquellos días.




El grupo de alumnas del Colegio de Señoritas que compartía un cúmulo de ideas de rebeldía, alentadas por madame De Mezzerville, no se manutvo igual cuando salimos de las aulas. Quinceañeras que a semejante edad veían con ardor el mundo, simpatizantes de los Rosacruces, del Partido Progresista del general Volio, del Partido Comunista, de las huelgas de los trabajadores bananeros, del movimiento antifacista, de la República Española, y, ya a aquella edad, rebeldes a las convenciones sociales que eran mantenidas como ley sagrada en sus hogares; pero todo visto desde el primsa del patio de recreos de un colegio respetable de señoritas hijas de familia, que se benefician de la instrucción pública gratuita. Luego fueron acomodándose a los frenos impuestos por su procedencia burguesa, a sus restricciones de clase, modos y costumbres a los que se moldaron. No romperían nunca su cordón umbilical, como lo hicieron Amanda y Edith riéndose con bonhomía de esas convenciones, zahiriendo a quienes las practicaban, y renunciando a ellas en sus propias vidas, hasta captarse el ostracismo y la vindicta. A las demás las ganó oel egoísmo propio de su clase, y las ganó el acomodo.
Quienes hemos conocido a cerca de la vida de Yolanda Oreamuno, sabemos a ciencia cierta su tránsito por ese su calvario muy personal, el cual nunca deja de sorporender, pues cómo la más bella y delicada hija de esta tierra ha debido atravesar tan áspero trecho hasta el fin de sus días. Hermosa como pocas, un ángel de luz (la Docta Simpatía) que no pudo ser decodificado por una sociedad que sigue siendo aldeana y conservadora. Para mi, no me cabe duda alguna, logra Ramírez una historia conmovedora, que nos traslada a la primera mitad del siglo veinte, a esa Costa Rica convulsa, progresista y con ínfulas de crecimiento y desarrollo, que a la postre se malogra deviniendo en la violenta, frívola, insensible, aparencial y excluyente que nos presenta el siglo XXI. Como el personaje en que es inspirada la novela me fascina desde hace más de dos décadas, no logro articular una buena crítica, tan sólo pienso que es un buen libro, un muy buen libro, aunque pareciera que prácticamente el autor haya transcrito tres entrevistas y hecho apenas, algunas correcciones. Leánlo por favor.

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