jueves, 10 de septiembre de 2009

Edelmira González -Alma Llanera-

La literatura costarricense goza del pecado de la poca difusión, en términos generales no es sino hasta fechas recientes que algunos escritores han logrado trascender con claridad nuestras fronteras. En el pasado reciente las excepciones son pocas, por ejemplo, un Calufa, un Joaquín Gutiérrez, han visto sus obras publicadas en otros países, y han sido traducidas a varios idiomas. El caso de Edelmira González (1904-1988) parece muy particular. Poco conocida y poco difundida en nuestro país, aunque es autora de una vasta bibliografía, que inicia con Alma Llanera , obra escrita y presentada al Cértamen de los Primeros Juegos Florales de la Universidad de Costa Rica en 1946. Haciendo gala de un lenguaje vasto, lleno de hermosas metáforas y amplias y riquísimas descripciones paisajistícas del Guanacaste, esta escritoria esboza con contundencia, un mundo auténtico, en el que transitan personajes descritos con claridad en sus emociones, sus vivencias y su psicología. Descubrir a Edelmira González es develar gran parte del talento literario costarricense, y a la vez una personalidad modesta y aústera, en cuya biografía se adivina el espíritu de la mujer costarricense, de la maestra rural que sin necesidades económicas ejerce su oficio a lo largo y ancho del territorio nacional para enriquecer a quienes le rodean y a la vez enriquecerse ella también, aguzando una sensibilidad poco común para captar los bemoles de la vida en aquellos lugares. Nació y murió en San Jerónimo de Moravia, comunidad rural por aquella época al este de San José, campesina y mujer cultivada. No figura entre los textos escolares, aunque su prosa privilegiada exigiría que todos y todas las costarricenses le conociesemos. Encontré en la sección de referencia de la Biblioteca Nacional de Costa Rica, una columna escrita por el periodista Alberto Cañas bajo el nombre de Chisporroteos, el martes 14 de junio de 1988, publicada en La Prensa Libre, página 13; que transcribo a continuación:
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Edelmira González Herrera ha muerto. Eso decía la esquela el viernes pasado. Una esquela sencilla. Como sencilla fue la mujer que se refería. Nada más apareció. Nadie se dio por aludido.
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Sin embargo, ha muerto una de las novelistas más importantes de Costa Rica.
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Como no formó parte de capillas, ni se autopromovió nunca, poca gente hablaba de ella. Poca gente escribía sobre ella. Ni en los actos de celebración de la literatura femenina la tomaban en cuenta. Sus libros (los dos que publicó) fueron recibidos con silencio. A nadie se le ocurría comentarlos en la prensa. Aunque sí en las conversaciones y en los corrillos.
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En materia literaria, la mala suerte acompañó siempre a Edelmira.
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En 1946, la Universidad de Costa Rica convocó a un concurso de novelas. El jurado lo integraron Don Roberto Brenes Mesén, don Joaquín García Monge y don Joaquín Vargas Coto. Casi nadie.
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El fallo de ese jurado fue unánime, y otorgó el premio a la novela "Alma Llanera", de una autora desconocida llamada Edelmira González.
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Nadie en la Universidad de Costa Rica explicó jamás por qué no se cumplió con el compromiso adquirido en la convocatoria, de publicar la novela premiada.
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Era una novela épica, a la manera de Rómulo Gallegos, sobre el gran movimiento cívico de la de la Confraternidad Guanacaste encabezado por el Dr. Vargas Vargas en 1937. Una épica política con carácter de huracán.
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La mala suerte de Edelmira González obligó a que el año pasado cuando se conmemoraron los cincuenta años de este movimiento, nadie, pero nadie, se acordóo de que había inspirado una novela notable que debió reeditarse para entonces.
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"Alma Llanera" terminó publicada por cuenta de la autora en 1958, en las condiciones precarias anteriores a la creación de la Estiorial Costa Rica, y por supuesto, tuvo escasa circulación.
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Pero en los 12 años transcurridos entre el premio y la publicación algo sucedió: en 1956 la Universidad de Costa Rica abrió otro concurso de novelas. Esa vez el jurado quedó formado por don Abelardo Bonilla, don José Marín Cañas y este columnista (Alberto Cañas).
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En reñida competencia con otras dos novelas (...), la triunfadora fue "Mansión de mis Amores". Su autora: Edelmira González.
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Nuevamente, la Universidad de Costa Rica incumplió el compromiso de publicación, y esta notable novela sobre la vida guanacasteca (La Mansión de Nicoya), llena de vida, de color y de autenticidad, quedó en las gavetas de la autora hasta que la Editorial Costa Rica la rescató.
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Lamentalbemente, la aparición de "Mansión de mis Amores", prácticamente coincidió con la de la espectacular "Murámonos Federico" de Joaquín Gutiérrez, que inevitablemente la opacó. Mala Suerte de Edelmira González.

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